La bipolaridad es un trastorno del ánimo grave, caracterizado por bruscos cambios en el humor, el comportamiento, el pensamiento, y la capacidad y energía para llevar a cabo acciones de la vida cotidiana.
Este trastorno es uno de los más conocidos: todos hemos oído mil veces el término e, incluso, en contextos distendidos, lo hemos utilizado para referirnos a alguien que nos desconcertaba por sus cambios, inestabilidad o personalidad llamativa, diferente a lo que estamos acostumbrados.
No obstante, no es correcto emplear el término “bipolaridad” o “bipolar” para referirnos a estas situaciones, en las que la persona no sufre un trastorno. El trastorno bipolar no se aplica a estados de ánimo pasajeros ni rápidos cambios de emociones.
Las variaciones en el estado de ánimo asociadas a la bipolaridad son prolongadas, afectando al individuo durante meses u años durante etapas, en las que se suceden la manía o hipomanía con la depresión.
La hipomanía es una condición afectiva, reconocible por un ánimo hiperactivo, expansivo, con gran cantidad de energía. En una persona bipolar, estos periodos implican fases de alegría, exaltación, euforia y grandiosidad.
Por otro lado, la depresión es un trastorno del estado de ánimo que recoge sentimientos de abatimiento, culpabilidad e infelicidad, que provocan una incapacidad para disfrutar de las cosas de la vida cotidiana. En muchas ocasiones, los trastornos depresivos están acompañados de ansiedad.
En muchas ocasiones, épocas y contextos, la bipolaridad o trastorno bipolar se ha conocido también como trastorno afectivo bipolar, psicosis maníaco-depresiva, depresión maníaca o enfermedad maníaco-depresiva. La mayoría de estos sinónimos reflejan o bien la existencia de dos polos anímicos, o bien la oscilación entre las mencionadas manía y depresión.
Clasificación:
A pesar de que no existe un consenso claro sobre cuántos tipos de trastorno bipolar existen, varias asociaciones de psiquiatras y expertos han determinado y descrito hasta 5 clases de bipolaridad:
- Trastorno bipolar tipo I.
Se aplica a las personas que han experimentado una fase manía más, mínimo, un episodio depresivo. Es decir, prevalece en ellos la manía sobre la depresión.
- Trastorno bipolar tipo II.
Se da en aquellos individuos que experimentan largas y abundantes fases de depresión en comparación con las de hipomanía, que no llega a manía y que se puede confundir con periodos de éxitos por alta productividad, no reconociéndose y relatándose en ocasiones al especialista. Por este motivo, muchas veces es difícil diagnosticarlo.
- Trastorno bipolar tipo III.
Según la concepción del Dr. Hagop Souren Akiskal, se refiere al tipo de trastorno bipolar que presentan algunos pacientes con demencia temprana, inestabilidad anímica, desinhibición sexual, agitación y conducta impulsiva. En muchas ocasiones se aplica a pacientes de edad avanzada.
- Ciclotimia:
En la ciclotimia, los ciclos o periodos se suceden muy rápido, pudiendo confundirse el trastorno con un rasgo de la personalidad. Por lo general, son más abundantes los episodios de hipomanía, y menos numerosos los de depresión, que no cumplen todos las características usuales del trastorno.
- Trastorno bipolar no especificado:
En esta consideración caben aquellos trastornos que no encajan en otras categorías diagnósticas. Hay que tener en cuenta que lo más probable es que el paciente acuda en busca de ayuda en su fase depresiva, y no hay que dejarse llevar por esto, ya que una medicación a base de antidepresivos podría desencadenar un cambio a manía o hipomanía.
¿Conocías toda esta información acerca de la bipolaridad? Debemos recordar que se trata de un trastorno serio, grave y persistente, por lo que no es conveniente banalizar el término empleándolo hacia personas que no padecen la enfermedad.



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