En este post te hablaremos del deporte y, en concreto, de la vigorexia, cada vez más presente en nuestra sociedad
La práctica de ejercicio físico está adquiriendo una nueva dimensión: muchos deportistas, dedicados a diversas disciplinas, ya sea de forma profesional como personal, conciben este hábito como mucho más que una rutina, pasa a ser un estilo de vida.
No es para menos, la práctica regular de deporte implica grandes beneficios para la salud, tanto en el plano físico como en el mental. ¡Todos estamos familiarizados con ellos! No obstante, vamos a recordar cuáles con los más importantes:
Beneficios del deporte a nivel físico:
- Mejora la forma y resistencia física.
- Regula las cifras de presión arterial.
- Incrementa la densidad ósea.
- Mejora la resistencia a la insulina.
- Ayuda a mantener el peso corporal.
- Aumenta el tono y la fuerza muscular.
- Mejora la flexibilidad y la movilidad de las articulaciones.
- Reduce la sensación de fatiga.
Beneficios del deporte a nivel psicológico:
- Aumenta la autoestima.
- Mejora la percepción de la propia imagen.
- Reduce el aislamiento social.
- Rebaja la tensión y el estrés.
- Reduce el nivel de depresión.
- Ayuda a relajarse y a dormirse.
- Aumenta el estado de alerta.
- Disminuye el grado de agresividad, ira, angustia.
- Incrementa el bienestar general.
Como ves, son muchos los beneficios que tiene el deporte en nuestra salud, mejorando nuestro ser en múltiples aspectos y niveles. No obstante, como con todo, conviene recordar que el deporte deja de ser saludable cuando se asocia a abusos o malas prácticas.
Posibles malos impactos del deporte en nuestra salud
Cuando el deporte se convierte en una rutina obligatoria u obsesiva, puede constituir un problema para nuestra salud. Y es que, algunas personas interiorizan tanto los beneficios – reales o supuestos – que les aporta el deporte, que dejan de imaginar una vida sin él.
Muchas personas que han tenido una baja autoestima debido a poseer un cuerpo grande, delgado o en baja forma encuentran una solución en el deporte. Así, a medida que van notando los cambios físicos, aumenta su seguridad llegando a cambiar, en algunos casos, su personalidad, volviéndose más extrovertida.
Algo parecido ocurre con personas que han sufrido algún trauma o maltrato, aquellas que han sufrido un brusco cambio en su vida o quizá han superado una enfermedad: deciden centrarse mucho en el deporte como una vía de escape, un modo de alcanzar sus objetivos y de convertirse en la persona que quieren ser.
El problema es que el exceso de deporte puede entrañar algunas consecuencias negativas en nuestra salud, tanto hacia nuestro cuerpo, como hacia nuestra mente. Algunas de ellas son las siguientes:
1. Cuando realizamos más deporte del que nuestro cuerpo necesita, sobre todo de forma brusca, sin progresión y sin un control, podemos sufrir lesiones en las que nos dañemos la musculatura o las articulaciones.
2. Es cierto que el deporte nos ayuda a mantenernos más jóvenes. No obstante, si nos esforzamos de manera exagerada haciendo ejercicio de forma muy constante, podemos llegar a envejecer antes por el desgaste de nuestras articulaciones.
3. Podemos sufrir problemas circulatorios y cardíacos, por ello, los expertos aconsejan que las personas de más de 30 años no entren de forma intensa más de cinco horas a la semana.
4. Con el exceso de ejercicio físico, el sistema inmune puede verse perjudicado, ya que el organismo pasa mucho tiempo en marcha, descansando poco. Cuando nuestro sistema inmunológico es débil se manifiesta en mayor número de resfriados, dolores de cabeza y enfermedades más serias.
5. El entrenamiento físico excesivo e intenso puede provocar el desarrollo de rabdomiólisis, una condición caracterizada por la alteración de las células musculares, que pueden llegar a poner en riesgo la vida una persona.
Está claro que practicar deporte siempre implica más beneficios que malas consecuencias. Para evitar esto último, conviene ser prudentes, moderados, equilibrados y recurrir si es necesario a ayuda profesional orientativa, como médicos de cabecera o especialistas, rehabilitadores, entrenadores personales o monitores.
La vigorexia y su tratamiento
Ya hemos visto las consecuencias médicas de exagerar practicando deporte. Sobre todo, vamos a abarcar una de sus consecuencias psicológicas más extendidas habitualmente: la vigorexia, ligada a los entrenamientos anaeróbicos de centros gimnásticos y al culturismo.
Se trata de un tipo de trastorno dismórfico corporal, que se basa en la obsesión por tener un cuerpo extramusculoso, definición de cuerpo perfecto para la persona afectada.
El trastorno dismórfico corporal se caracteriza por la excesiva preocupación que una persona otorga a una parte de su cuerpo, o al cuerpo en su totalidad, siendo percibido por él como un gran defecto que será supuestamente observado, criticado o condenado por el resto.
De este modo, la persona afectada decide recurrir a soluciones como procedimientos estéticos o entrenamientos deportivos para corregir este supuesto defecto.
La vigorexia es una enfermedad basada en la obsesión por tener un cuerpo musculoso que es relativamente moderna. Se encuentra extendida, mayormente, en el mundo occidental y en los varones, aunque cada vez más mujeres la experimentan.
Las personas afectadas de vigorexia suelen injerir una gran cantidad de alimentos que les ayuden a potenciar su musculatura, en concreto proteínas. Además, pueden recurrir a anabolizantes, con demostrados efectos secundarios.
Se trata de personas muy perfeccionistas, con una baja autoestima y que posiblemente sufran o hayan sufrido problemas familiares o hayan vivido un trauma emocional en su infancia, como el bullying.
Existen varias terapias psicológicas que tienen el fin acabar con este trastorno, ya que puede dañar seriamente la salud física y mental de quien la padece. La terapia cognitiva basada en mindfulness es una de las que ha demostrado su efectividad. También cabe considerar la terapia de aceptación o compromiso, o la terapia cognitivo conductual, una de las que mayor popularidad goza.
Esta trabaja para que el paciente sea consciente de cómo sus creencias y comportamiento están afectando a su bienestar. Utiliza diversas técnicas como el entrenamiento en habilidades sociales o la reestructuración cognitiva, entre otras, así como trabajar en la percepción de la imagen persona.
Si crees que padeces vigorexia o que la sufre alguien de tu alrededor, no dudes en confiar en la terapia psicológica para ayudar a esa persona.
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